Conversatorio 2021: Graciela Fernández Meijide

Conversatorio 2021: Graciela Fernández Meijide
En el mes de la mujer entablamos una valiosa conversación con Graciela Fernández Meijide. Nos habló de su lucha por los derechos humanos, su aporte a la política y el rol de la mujer.

Compartió su historia durante la dictadura y la desaparición de su hijo Pablo: "se me dio vuelta la vida 180 grados", comentó Graciela, "No podía enseñar, que era mi trabajo”.
 
¿Cómo se vivía en el interior de la familia?
- Mi hijo mayor estaba estudiando medicina y en ese momento se encerró. Martín el más chico empezó a entrenar, como si necesitase fuerzas. Mientras tanto en la casa había una profunda tristeza y miedo. Enrique que era arquitecto, no lograba dibujar una línea sobre el papel blanco.
 
¿Qué opinás sobre las mujeres que salen y representan la búsqueda y la lucha?
- Creo que eso a veces es injusto. Porque también hay padres. Buscar al hijo requiere de tiempo libre para hacer muchos trámites. Sin embargo, la familia tenía que seguir viviendo, por eso los hombres necesitaban salir a trabajar. La feminización de la lucha es bastante particular. O es una cuestión instintiva, o es una cuestión cultural. Yo creo que es una mezcla de ambas.
 
¿En algún momento tuviste algún indicio de Pablo?
 
- Nunca tuve ningún indicio. Lo tuve mucho tiempo después por deducción. Me ayudaron también varios documentos y los testimonios invalorables de los sobrevivientes. En el año 78 viaje a Panamá porque necesitaba alejarme, no podía haber pasado tanto tiempo y que siga con vida. Volví con mi familia y hablamos sobre la idea de asumir que Pablo no iba a volver. Era como pasar el alma por un rallador, dije se acabó, a Pablo lo mataron. Si un día aparece la alegría hace olvidar todo, pero ahora no me quiero someter más a esta horrífica esperanza.
 
¿Sentiste con el juicio de las juntas que se hizo justicia?
- Sí, cuando se caratuló como crimen de lesa humanidad, se permitió que se juzgue a los rangos más bajos. Lo que Alfonsín no se animó a hacer.
 
La charla con Guillermo Leis... ¿A qué conclusiones te permitió llegar?
- Yo estaba escribiendo “Eran humanos no héroes” y sentía que el kirchnerismo estaba alzando una época que no tuvo nada que ver. Un amigo en común, Vicente Palermo, nos puso en contacto. Resulta que habíamos nacido y vivido en la misma manzana en Avellaneda. Él estaba en Brasil escribiendo una autocrítica de todo lo sucedido. Tuvimos una entrevista en Florianópolis y la verdad es que para mí fue importante porque los dos desde distintos lugares llegamos a las mismas conclusiones. Él era más intransigente que yo en cuanto a la organización de las fuerzas armadas. En mi opinión la capacidad de fundar lo que garantiza el estado no lo tiene ninguna otra entidad. La violación a los DDHH significa en alguna medida que siempre está el estado en alguna de sus instituciones avalando. La otra diferencia es que él perdonaba. Había una reconciliación. Yo creo que a mí nunca me pidieron perdón, ni a mí ni a la sociedad. Y lo más importante es que la víctima fue Pablito, ¿como sé yo si él hubiese perdonado lo que le hicieron?
 
¿Tu acercamiento a los DDHH fue lo que te permitió llegar a la política?
 
- Yo acompañaba a los abogados querellantes que no tenían como pagar. Con el fin de los juicios eso se terminó. Yo volví a trabajar de lo mío pero en ese ínterin se armó una nueva fuerza a la que me invitaron a participar. Aprendí mucho de política trabajando contra la dictadura entre ocho organismos. Nosotros hacíamos política, o política partidaria.


¿Cómo fuiste criada vos y tus hermanas? 
- Mi mamá era muy conservadora. Muy católica. Pero al mismo tiempo, nos impulsaba con lo que ella hubiese tenido ganas de hacer. Nos impulsaba a estudiar, a ir para adelante. Creo que la peor dificultad que presentaban las mujeres es que las reuniones de políticas siempre son a la noche y terminan a la madrugada. Yo era grande y podía, con hijos chicos no era posible. Y el poder siempre estuvo en manos de los hombres.
 
¿Crees que sigue así?
- Yo creo que un poco fue cambiando. No hay directoras de hospitales mujeres, empresarias hay menos. Partidarias políticas tampoco.
 
¿Qué pueden hacer las mujeres para ocupar su lugar en la política con voz y voto?
- El origen más antiguo del machismo está en la mujer. Cuando la mujer acepta ser sometida por el hombre con el dinero, por ejemplo, o con las tareas. Hay una brecha de ambición, a los varones se los sigue criando con la meta de ser directores y ocupar altos cargos y a las mujeres es más acotado, a la mujer la invitan a ser madre. Creo que el mandato va cambiando, y hay mayor conciencia de cuándo y cómo se puede tener hijos. Pero depende también de las clases sociales, las menos privilegiadas son abusadas, muchas veces por su familia. Y además ser madres les da cierto status.
 
Vos te alejaste de la política partidaria... ¿Por qué te fuiste?
- Yo me fui con el traspaso de la alianza. Me sentí desilusionada. Creía fuertemente en eso y sentí que habíamos fracasado. Primero me deprimí mucho, salí de eso escribiendo. 
 
Después de la tragedia con Pablo, ¿tuviste felicidad?
 
- Sí, tuve momentos de felicidad. Pero siempre detrás hay un telón que es gris y que a veces sin que yo me de cuenta se abre y ahí se me corta la voz. Es una congoja permanente, lo cual igual me ha permitido vivir y tener momentos alegres. Pero nada te borra el horror de haber perdido un hijo y más de esta manera.
 
¿Tenes algún pendiente?
- No, ya no quiero más. Voy a seguir trabajando y ayudando pero quiero que asuma gente joven. Ahora le dedico tiempo a mis nietos, sobrinos nietos y hago lo que puedo.